La República de la Papaya

Papaya puesta, papaya partida. 

Ese refrán anacrónico ha sido parte de múltiples generaciones en Colombia cómo si fuera vajilla fina que se usa solo dos veces al año (y eso). Mientras los Costarricenses tienen su frase “pura vida,” o los Cubanos “Cuba libre!” Esta es la nuestra. La que nos tocó. La que es ilustrativa de la personalidad de nuestro país.

Somos la república de la papaya. 

Repasemos la frase. ¿Qué significa? En una manera menos coloquial, se puede traducir al hecho que si uno da ventaja, alguien se va a aprovechar. Y la connotación es que la responsabilidad cae en uno para no “poner papaya,'' no en que la otra persona no se aproveche así perciba una vulnerabilidad. 

La regla de la papaya es fundamental para entender dónde estamos como sociedad. Asumimos lo peor de las personas, estamos en modo de alerta constante, operamos bajo la idea de que los recursos son escasos, y si algo malo le pasa a uno siempre la reflexión empieza con las fallas individuales que llevaron a esa situación. 

En este proceso electoral del 2022, es obvio que vivimos bajo la república de la papaya. La falta de confianza en nuestros sistemas—políticos, jurídicos, empresariales, etc—va en caída libre más rápido que la carrera de James. El país votó por algo distinto a lo que ya tenemos en elegir a Petro y a Hernandez cómo las apuestas al futuro de Colombia. Tampoco confiamos en nuestros vecinos. Pasamos de ser Muiscas, Ticunas, y/o Wayuu a las tribus modernas del Petrismo, Uribismo, Santismo, y  Rodolfistas. Finalmente, los últimos cuatro años han sido una serie de cachetadas a un pueblo hostigado por reformas tributarias punitivas, el coronavirus, la indolencia de nuestros gobernantes, y la negligencia en incorporar un proceso de paz necesario y crítico para el futuro de nuestro país. 

Pero esto ya viene de hace mucho tiempo. Por eso la papaya es multigeneracional (cómo Amparo Grisales). La regla de la papaya es impulsiva por naturaleza. Y lo somos cómo país. No pensamos en términos de sistemas, ni planeación a largo plazo. Los gota gotas mantienen su imperio porque a la gente le toca vivir día a día. No estoy diciendo que el Colombiano no piensa en manera sistemática o ejecuta una planeación a largo plazo por falta de inteligencia o voluntad. Pero es jodido pensar en cómo mejorar la cívica de un país cuando el salario diario no alcanza para el mercado. La pobreza es la distracción cognitiva más severa que hay. Eso es lo que nos mantiene una patria boba.

Entonces en la desesperación en la que muchos se encuentran, cualquier bálsamo es bienvenido. ¿Quién le dice no a un vaso de agua en el desierto de la Tatacoa? 

Eso explica el ascenso de los líderes políticos que se disputan la segunda vuelta. La gente en su crónica deshidratación pone todas sus esperanzas en uno de los dos, sin importar las incongruencias que se presenten a medida que tengan que defender a estos sujetos. 

Hace meses Petro se rehusó a debatir. Muchos lo tildaron de cobarde “pongale la cara al pueblo.” A finales de la primera vuelta y ahora, Hernandez los ha rechazado a pesar de poner condiciones bastantes favorables para él. Ahora los otros le dicen lo mismo. Tanto Petro y Hernandez han tenido acercamientos y/o incorporaciones en su campañas de políticos tradicionales que a lo largo de sus carreras han partido bastante papaya (para ellos, claro). Videos controversiales surgieron en la última semana de campaña, revelando lados desconcertantes de cada candidato. Cada bando se traga el sapo y de la pena ajena de ver a su candidato en esa luz y racionaliza simplemente diciendo “no, pero lo de ese man si fue peor.” 

Y en realidad esta medición de hipocresías ya no importa. Ya estamos en el valle de “el todo vale.” Miremos para el otro lado mientras un candidato machista, vociferó, y sin ningún plan de gobierno (no solo el qué sino el cómo), se presenta como un individuo incorruptible, trabajador, y sensato (no estoy aquí para debatir la veracidad o méritos de tal presentación).

Por el otro lado, tenemos a un candidato que en su eloquencia presenta un plan de gobierno alentador pero sin bases de implementación, engañoso en sus operaciones, e incapaz de aplicar su aparente estándar ético a denunciar categóricamente el régimen más destructivo de Latinoamérica en los últimos 20 años. Pero cómo ya estamos en la tierra del todo vale, pues “toco el que toco.” 

Los Colombianos van a elegir su destino. Pero no podemos dejar que el voto sea la manifestación de lo que queremos ver en nuestro país. Eso es lo que nos toca construir, tanto los que estén en Colombia y los hijos de la diáspora. El voto sin compromiso a ser mejor cada día es darle las llaves de nuestro destino a líderes que aspiran al poder y se benefician de la apatía. Ni Rodolfo ni Gustavo nos pueden salvar. Aquí nos toca a nosotros. 

Esto es más importante que el voto. Empieza con salir del valle de “el todo vale,” de no partir la papaya si alguien más la pone. Tenemos que dejar de esperar que nuestros líderes sean ejemplares, ellos no son modelos–son espejos. Empieza en las acciones más mínimas, no colarse en la fila, no parquear donde no se debe; vivir es cultura ciudadana que Mockus intentó pedagogizar en los años 90. 

La república de la papaya es la república en la que estamos, pero depende de cada uno de nosotros de crear la nueva república, una donde la dignidad sea costumbre–sí– pero no a través de métodos Maquiavélicos que construyen castillos de naipes. Si nos preguntamos qué gobierno queremos, también tenemos que preguntarnos qué tipo de personas queremos ser. Y puede que sea fácil para mí decirlo desde el confort de mi vida en Estados Unidos y que por virtud de quien soy y mis experiencias, mi punto sea ignorado. Pero eso no cambia la circunstancias y lo que se necesita hacer para crear la Colombia que añoramos. 

Pasar de “no des papaya,” a “yo cuido tu papaya.” Fácil de decir, difícil de hacer. Pero es la génesis del cambio que necesitamos para salvar a nuestro país. Que tu voto (o no voto), sea el comienzo de este cambio de cultura. Primero en ti, después en tu comunidad, y eventualmente de nuestro país.

Que viva La Tierra del Olvido.

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